Por: Juan A. Flores Cintrón, M.A. en Psicología Industrial-Organizacional
Colaboración especial para Dra. Joyce y Socious INC.
La escena es conocida por casi todos los hogares puertorriqueños: cae la noche, hay tareas escolares por completar, una cena a medio preparar o un pequeño comerciante cerrando cuentas. De repente, se va la luz. El suspiro es colectivo, como si el apagón no solo desconectará la energía eléctrica, sino también fragmentos del ánimo, la seguridad y la rutina.
Desde el huracán María en 2017, los apagones en Puerto Rico han pasado de ser eventos esporádicos a convertirse en parte del paisaje cotidiano. Lejos de tratarse solo de una molestia logística, esta crisis energética ha revelado profundas fisuras en el bienestar emocional, social y ocupacional de la población. Hoy, desde la Psicología Industrial-Organizacional (PIO), proponemos mirar esta realidad no solo como un problema técnico, sino como un reto humano que requiere conciencia, acción y estrategias integrales de cuidado.
La sombra emocional de los apagones
La constante interrupción del servicio eléctrico afecta algo más que nuestros electrodomésticos. El impacto psicológico es inmediato: frustración, ansiedad y estrés. No se trata solo de oscuridad, sino de incertidumbre. ¿Cuánto tiempo durará? ¿Qué alimentos perderé? ¿Cómo haré mi trabajo? ¿Qué pasa si tengo un familiar con equipo médico eléctrico?
Este estrés agudo puede, con el tiempo, volverse crónico. Las consecuencias son serias: agotamiento emocional, trastornos del sueño, disminución de la concentración, e incluso síntomas físicos como problemas digestivos o cardiovasculares. Pero más preocupante aún es la aparición de lo que se conoce como desesperanza aprendida: la creencia de que, haga lo que haga, nada cambiará. Una respuesta psicológica que puede llevar a la apatía, al desánimo colectivo y al deterioro del tejido social.
Trauma colectivo: más allá del individuo
Tras años de apagones y emergencias, muchos puertorriqueños viven lo que se denomina trauma colectivo. Este fenómeno ocurre cuando comunidades enteras atraviesan eventos catastróficos prolongados —como desastres naturales o crisis sistémicas— y desarrollan una sensación compartida de abandono, injusticia o inseguridad.
Sin embargo, en Puerto Rico también emerge algo notable: una resiliencia cultural comunitaria. Vecinos que comparten recursos, humor que alivia la tensión, espiritualidad que da sentido, y una capacidad colectiva de “bregar” con lo que venga. Esta fortaleza es valiosa, pero también requiere apoyo estructural. No se puede cargar indefinidamente sobre los hombros de la gente lo que debería sostenerse con políticas públicas justas y sistemas eficientes.
Apagones y empleo: el lugar de trabajo a oscuras
La crisis energética no solo afecta a los hogares; también golpea duramente a los centros de trabajo. Desde la perspectiva de la Psicología Industrial-Organizacional, observamos impactos críticos en:
● Productividad: muchas empresas, especialmente PyMEs, se ven forzadas a detener operaciones. Las horas perdidas, las entregas retrasadas y los daños a equipos electrónicos representan pérdidas significativas.
● Ausentismo y rotación: los empleados enfrentan barreras para asistir a sus trabajos, y el estrés acumulado puede llevar al agotamiento o a la decisión de buscar mejores condiciones fuera del país.
● Liderazgo en crisis: los supervisores deben actuar con empatía, adaptabilidad y comunicación clara. Sin embargo, ellos también viven el estrés, y su salud emocional influye directamente en la moral del equipo.
● Contrato psicológico roto: cuando las organizaciones no ofrecen medidas de respaldo o comprensión frente a la crisis, la confianza se erosiona. El resultado: menor compromiso, desmotivación y fuga de talento.
Un modelo de bienestar para navegar la crisis: las ocho dimensiones de SAMHSA
La propuesta es clara: frente a una crisis compleja, necesitamos un marco igualmente integral. Por eso, utilizamos el modelo de Ocho Dimensiones del Bienestar de SAMHSA (Substance Abuse and Mental Health Services Administration), que invita a observar y cultivar activamente distintas áreas interconectadas de nuestra vida:
1. Bienestar emocional:
Capacidad de manejar el estrés, reconocer y expresar emociones.
👉 Recomendaciones: practicar respiración consciente, llevar un diario emocional, buscar redes de apoyo.
2. Bienestar ambiental:
Calidad y seguridad del entorno físico.
👉 Recomendaciones: organizar un “kit de apagones”, aprovechar la luz natural, crear espacios funcionales sin energía.
3. Bienestar financiero:
Seguridad económica frente a imprevistos.
👉 Recomendaciones: tener un fondo de emergencia, registrar gastos relacionados a los apagones, explorar soluciones energéticas.
4. Bienestar intelectual:
Estimulación mental y aprendizaje continuo.
👉 Recomendaciones: leer, jugar juegos de mesa, escribir, aprender habilidades manuales.
5. Bienestar ocupacional:
Satisfacción y propósito en el trabajo.
👉 Recomendaciones: identificar tareas que se pueden hacer sin electricidad, mantener comunicación con supervisores, negociar flexibilidad.
6. Bienestar físico:
Salud corporal, alimentación, descanso y movimiento.
👉 Recomendaciones: conservar alimentos adecuadamente, garantizar seguridad en casa, dormir con ventilación natural.
7. Bienestar social:
Red de apoyo y sentido de pertenencia.
👉 Recomendaciones: conectar con vecinos, compartir recursos, participar en actividades comunitarias.
8. Bienestar espiritual:
Sentido, valores y propósito.
👉 Recomendaciones: meditar, reflexionar, practicar gratitud, conectar con la naturaleza o creencias personales.
Este modelo no pretende la perfección en todas las áreas, sino promover un equilibrio dinámico. Su valor está en ofrecer un mapa para autoevaluarnos y actuar desde lo que sí podemos controlar.
Resiliencia en acción: personas y organizaciones
La resiliencia no es resistir pasivamente, sino adaptarse activamente y crecer ante la adversidad. Desde la PIO, proponemos dos frentes de acción:
A. A nivel individual:
● Practicar mindfulness: enfocar la atención en el presente sin juzgar.
● Cultivar la autocompasión: tratarnos con la misma amabilidad que a un ser querido.
● Usar la reformulación positiva: buscar aprendizajes incluso en la adversidad.
B. A nivel organizacional:
● Implementar planes de continuidad operativa.
● Capacitar en gestión de crisis y liderazgo empático.
● Promover una cultura de seguridad psicológica: donde los empleados puedan expresar preocupaciones sin miedo.
Cultura puertorriqueña: una luz que no se apaga
Lo que sostiene a Puerto Rico no es solo la resistencia individual, sino la fortaleza colectiva. El familismo, la solidaridad vecinal, la espiritualidad viva y el humor como antídoto emocional son parte del ADN cultural de la isla. Tras el huracán María, y más recientemente durante la pandemia, estas redes informales han demostrado ser más efectivas que muchos sistemas formales.
Sin embargo, no podemos normalizar la precariedad. La resiliencia debe ir acompañada de exigencia. Cuidarnos no significa resignarnos. Al contrario: es un acto de poder, de dignidad y de transformación social.
Reflexión final: encendamos más que velas
Desde 2017, los apagones han sido una sombra que se extiende más allá del alumbrado público: afectan nuestra salud, nuestras empresas, nuestra familia, nuestro ánimo. Pero también nos han enseñado de qué estamos hechos.
Gracias a marcos como el modelo SAMHSA y enfoques como la Psicología Positiva, sabemos que el bienestar no es un lujo, sino una necesidad estructural. Sabemos que la cultura organizacional importa tanto como el voltaje. Y sabemos que podemos construir, aún en la oscuridad, comunidades más conscientes, empáticas y humanas.
Gracias, Dra. Joyce, por abrir estos espacios de conversación. Porque el bienestar no se limita al hogar o a la oficina: se extiende a todo lo que somos y compartimos.
Como dice el proverbio: "Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad." Puerto Rico ha encendido miles. Sigamos encendiéndolas —con conciencia, con estrategia, y con propósito.
📌 Referencias:
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